El cambio viene les guste o no

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Con esta frase lapidaria la joven sueca Greta Thunberg, finalizó su intervención en la cumbre del clima de la ONU. Las masivas movilizaciones que se realizaron el viernes 20 de septiembre en cientos de ciudades de diferentes países se convirtieron en la antesala de una resistencia global a la depredación de la naturaleza que está forzando el cambio climático.

Desde las inolvidables jornadas de protesta organizadas por Chico Mendes, un seringueiro, asesinado frente a su casa en el diciembre de 1988, defendiendo la preservación de la selva amazónica y el trabajo de los caucheros, hasta hoy se han levantado voces locales en diferentes lugares afectados por la explotación sin medida de la naturaleza; la confrontación por vez primera adquiere visos planetarios.

En la sociedad capitalista, plantear derechos de la naturaleza es subversivo porque cuestiona la propiedad privada, que permite a su dueño hacer lo que le plazca con su bien, sin importar sus repercusiones en el resto de los mortales.

Sin embargo, incluso los dueños de capital no tendrán dinero suficiente para comprar la protección que se requiere contra los devastadores efectos de la alteración de la temperatura.

No es posible, como sugieren algunos ambientalistas del jet set, encontrar soluciones tecnológicas si primero no cambia el modelo de producción e intercambio imperante, si no se cuestionan los criterios de crecimiento económico.

La embriagadora bruma de una mañana en Neiva no es un buen presagio, es la confirmación del comportamiento de cambio climático que actúa como un péndulo, altas o muy bajas temperaturas de extremo a extremo.

Los estudios e investigación que se requiere en la generación de energía menos contaminante, solo las puede realizar el Estado, así como sus inversiones; al menos mientras no sean financieramente atractivas para el sector privado.

Pero los gobiernos que tenemos trabajan para quienes continúan lucrándose de los combustibles fósiles, por eso, ni siquiera los continuos desastres que ocasiona el cambio del clima y los costos para atenderlos, los conmueve a cambiar sus políticas extractivistas.

La movilización, instrumento escogido por los adolescentes para reclamar la destrucción de su casa, es esperanzador; que hayan mantenido al margen la violencia y la coerción, es una señal de madurez, que muchos adultos no mostramos.

Los miles de jóvenes caminando por calles y plazas de múltiples urbes, en Neiva rumbo a los humedales amenazados por urbanizadores, podrían culminar protegiendo el agua y el ambiente si derrotan en las urnas, finalmente a los bolsonaros enquistados en el poder.

Por: Libardo Gómez Sánchez – libardogomez@gmail.com

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